Sierra Ecuatoriana

A la gente del bus no le convino viajar conmigo. Nos paró la policía dos veces a revisar papeles y apenas vieron que era colombiano, me hicieron bajar del bus a abrir la mochila para que la revisaran. Adentro, a cada rato subían a vender de todo; cerdo con papas, unas semillas ahí raras, CDs, DVDs y hasta un suplemento natural que creo detecta el sexo de la persona, ya que en las mujeres sirve para prevenir el cáncer de seno y para los hombres el de colon.

Otavalo es un pueblo pequeño conocido por lo tejido a mano. Me compré un gorro para el frío, un suéter y un sombrero como el de Indiana Jones. Conocí a una gringa en una sala de internet y fuimos a su hostal que quedaba a cuarenta minutos caminando del pueblo Montana arriba. En el camino compramos unas cervezas Pilsener en botellas inmensas a $1 (mas barato si uno lleva el envase), ya en el hostal le ayudé con su tarea de español, mientras me contaba que había ido a Quito para tomar clases de español pero decidió ir a Otavalo a seguir aprendiendo. Conocimos a otra gente en el hostal, cenamos y volví a bajar al pueblo caminando con una piedra en cada mano porque había perros en cada casa que ladraban apenas pasaba. Al otro día fui a conocer Ibarra y Atuntaqui, conocido por sus textiles (venden imitación de toda la ropa de Marca) y donde compre la camiseta de Condorito. El sábado en Otavalo es cuando hacen la feria de animales por la mañana y durante todo el día el pueblo se llena de toldos de gente que vive cerca al pueblo y vienen a vender sus cosas. Después tomé el bus a Quito.

Como nada raro en cualquier lugar de Sudamérica tenés Que tener cuidado con los precios siendo extranjero. Al llegar a la estación de buses pregunte a tres taxis distintos que me llevaran al centro; uno me cobraba $8, otro $10 y otro $7. Ninguno quería usar el taxímetro así que decidí tomar el ‘Trole’ por 25 centavos. Al llegar al hostal me dijeron que estaba lleno pero podía dormir en una sala ahí con otra gente mientras se desocupaba. Salí a dar una vuelta y llame a Andrés (aka. Gordou), ex roomate de la universidad, me fue a ver y exigió que me quedara en su apartamento.

Tuve mucha suerte ya que Sofi, su novia, estudia turismo y tuve una guía personal durante toda mi estadía en Quito. Como vi tantas cosas dentro y alrededor de Quito le pedí ayuda a Sofi que me dijera todo lo que hicimos:

La noche que llegué fuimos al santuario de la virgen del cisne y a Cayambe a comer bizcochos con queso de hoja en la fábrica, luego  fuimos al parque principal a comer choclos asados con cola después de haber buscado a la ‘choclera’ por media hora cuando se nos perdió al irnos a sacar dinero del cajero. Al otro día fuimos para Baños, pasamos por la ciudad de latacunga, comimos helado en el pueblo Salcedo (heladerías en cada esquina y un monumento de un helado a la entrada del pueblo). De ahí almorzamos en baños, pasamos por unas cascadas y montamos en un teleférico. Al otro día en la mañana nos fuimos a la mitad del mundo y el museo del Intiñan (la verdadera mitad del mundo). Luego fuimos al valle de Cumbaya cenar en casa de los papás de Andrés donde hubo una conversación muy interesante y similar a las de mi casa (su mamá es muy parecida a la mía en lo religiosa); en la tarde pasamos por el centro historico donde visitamos la plaza grande, el sagrario, la compañía de Jesús, la iglesia de san francisco, la iglesia de santo domingo, la ronda, la catedral y finalmente a la virgen del panecillo donde manejé a la venida por Quito sin licencia y recapture la habilidad para manejar en Sudamérica (aunque sin usar la bocina, máximo hice un cambio de luces). El último día fuimos a las aguas termales de Papallacta por la mañana y por la tarde fuimos al poblado de calderón donde trabajan en figuras de Masapan; otra vez, manejando sin licencia. Ya por la noche fui a jugar fútbol con Andrés y sus amigos para después tomar el bus a Manta.