Cusco, el peor bus, machismo y más franceses

Al llegar a Cusco apenas salí del bus me bombardearon los taxistas como siempre para llevarme, cobrandome 5 soles a la plaza de armas. Salí fuera de la terminal y tome uno por dos cincuenta. Al llegar encontré un hostal barato que tenía ducha compartida y estaba lleno de argentinos que pareciera que vivían ahí. Con mi ‘student ID’ Compré entradas de varias ruinas a mitad de precio y en el hostal un tour en dos días distintos para visitarlas. Me parecieron muy interesantes todas las ruinas que visité, me pareció que necesitaba más tiempo del que daban para realmente apreciarlas. En estos tours conocí unos argeninos de la Plata (Mariano y Carolina) que también estaban pensando en ir a Machu Picchu así estuviera cerrado; hicimos planes para ir en bus a los pueblos mas cercanos y caminar hacia aguas calientes, el pueblo mas cercano a Macchu Picchu. Cusco es una ciudad fiestera, donde los bares y discotecas estaban llenos sin importar el día, y curiosamente éste es el lugar donde más me han ofrecido droga; en cada esquina alguien siempre me preguntaba si quería comprarle. Durante el día conocía y por la noche iba a los bares. Realmente quedé asombrado con la cantidad de historia que tiene ésta área, me va a tocar volver, no solo para visitar Machu Picchu, sino para terminar de ver todas las ruinas que no alcancé a visitar y para pasar más tiempo en las que sí visité.

Cuando llego el día de ir a Machu Picchu, fuimos a la terminal y todas las personas a cargo de las agencias de buses eran gritando apenas entraba alguien a comprar el tiquete. regateamos el precio más bajo que los otros buses con una compañia que nos ofrecía un ‘bus de lujo’ que salía al siguiente día. Resulta que el bus salió una hora y media después de la hora estalecida, Paramos después en la gasolinera por media hora más y hasta nos paró la policía y nos iba a hacer devolver porque el chofer no tenía licencia. Pero lo peor de todo no era eso.

Facilmente este era el peor bus que tomé en todo el viaje. Había una mezcla de olores a verduras, frutas, animales y de gente que no se ha bañado quién sabe desde cuando. Fuera de eso la gente local no tenía respeto de su propia tierra y siempre botaban la basura por la ventana. Cuando llegamos a Santa Ana, tomamos un microbus que cabían 12 pero habían como 16, con una butaca de madera pequeña incluída para que cupiera más gente. Lleno de gente que hablaba quechua, borracho gritón y maloliente al lado que no hacía sino recostarse en mí, decidí hablar con la niña que tenía al lado y me enseñó unas palabras en quechua. Ahora solo me acuerdo de cómo decir hola (alilianchi… creo). Un puente que teníamos que cruzar lo estaban arreglando y nos tocó cambiar la ruta e irnos ‘por abajo’.

Llegamos al pueblo y caminamos por ahí preguntando cómo llegar a Machu Picchu. El plan era salir a media noche para llegar a eso de las cuatro de la mañana, ya que sólo había un puesto de cntrol y el policía solo se encontraba ahi desde las seis de la mañana hasta las seis de la tarde más o menos. Llegamos a la plaza y nos sentamos a hablar mientras mirábamos unas niñas de diez o doce añosjugando volleyall. Quedé impresionado del nivel de juego; yo no me considero experto pero tampoco malo, y estas pelaítas jugaban mejor que yo. Me dió un poco de tristeza pensar que en un país como Perú (y en casi todo sudamérica) estas niñas no fueran a tener un futuro con el deporte y lo más probable es que crezcan y se queden en el pueblo a lo mejor siendo amas de casa o vendiendo comida. Llegaron después varios niños en bicicleta y a pié, entre ellos uno que le llaman ‘Serpa’, que se limitaba a salir corriendo para después brincar y abrazarlo a uno. No hablaba y los otros niños me dió la impresión que no se juntaban con él. Nos quedamos un buen rato con él y los otros niños jugando y hablando hasta que nos encontramos con los primeros turistas, un gringo y un holandés. Nos contaron que unos amigos de ellos habían tratado de ir a Machu Picchu pero les fue imposible porque habían puesto ya dos puestos de control y estaba gente ahí las veinticuatro horas del día. Se nos cagó la ida. Volvimos por el mismo camino a Cusco en que vinimos lleno de quebradas que atravesaban el camino, escuchando baladas, con precipicios y arreglos en la vía; incluyendo el mismo puente que habían estado arreglando el día anterior que nos aseguraban iba a estar listo en dos horas (cuando ibamos de ida). ah, nos varamos por gasolina y probé rocoto (Chile relleno zanahoria, carne, arbeja y huevo).

Al llegar a Cusco, caminamos por ahí, fuí a reclamar en un almacén donde días antes había comprado un convertidor de voltaje para poder conectar mis cosas en los tomacorrientes, pero después de alegar por media hora y ver que no iban a reemplazarlo por otro que funcionara, salí bravo a caminar. Hasta que me dí cuenta que efectivamente, como decía la que atendía, yo no había comprado el convertidor ahí sino en otro almacén, donde me lo cambiaron sin problema. Volví después al primer almacén y le dí diez soles y las disculpas a la que atendía. De aquí salí en bus hacia Puno, el lago Titicaca y la frontera con Bolivia.

Llegué a Puno por la mañana y me dirigí al puerto a comprar el tour hacia las islas flotantes (Urus),  Amantaní (donde pasaría la noche con una familia) y Taquile. En el tour conocí a un trío de franceses (Charles, Delfin y Gillaume), un par de inglesas (Amber y Sarah) y una inglesa con su hijo (Trees y Sunny). En las islas flotantes nos mostraron cómo eran hechas y nos quedamos un rato por ahí tomando fotos para despues salir a Amantaní, donde nos recibieron las familias locales donde pasaríamos la noche. Me tocó una familia con dos niños pequeños y me impresionó el machismo que todavía existe; cuando iba a comer, solo el papá se sentaba conmigo y la mamá y las hijitas se sentaban en la cocina, un cuartico pequeño abierto que quedaba al lado. También cuando el papá terminaba de comer, le decía a alguna de ellas que llevara su plato de vuelta  a la cocina, cosa que una vez hizo la menor sin querer hacerlo a regañadientes. ¡Fué ahí cuando decidí que me casaría con una mujer del pueblo! :-D. Al otro día nos llevaron a las ruinas de Pachamama y Pachatata, cenamos algo y terminamos por la noche en una sala grande donde nos disfrazaron con ropa de ellos y nos sacaban a bailar mientras un grupo de niños tocaban música local. Al final del viaje todos estaban cansados de comer papa, ya que en la isla no había carne y fué una dieta vegetariana que consistía de papa más arroz o unas semillas raras que parece arróz, vegetales y queso.

Salimos de esa isla, llegamos a Taquile, caminamos por el pueblo, nos explicaron que los hombres (que son los que tejen) tienen que hacer y ponerse sus gorros de acuerdo a su estatus. Si es soltero tiene que ser un gorro rojo y blanco, si es casado creo que rojo, si es importante es uno como de Indiana Jones. Después de escuchar ésto pregunté cómo diferenciar a las mujeres solteras… Todos se rieron. Colorida para las solteras y oscura para las casadas; inmediatamente empecé a ver alrededor a las solteras de lejos y a decir “How u doin?”… Se volvieron a reír. Cuando volvimos a Puno me quedé en el hostal con los franceses y por la noche compramos trago y cartas para jugar.  Como nadie sabía ningún juego de cartas, terminamos jugando el juego donde uno escribe el nombre de alguien famoso, otra persona se lo pone sin mirar en la frente y tiene que preguntar preguntas de sí y no hasta que acierte. Al otro día tomamos el mismo bus que hacía escala en Copacabana donde me quedaba yo, para después seguir a La Paz donde iban ellos.

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